En los últimos tiempos, se ha pasado de presentar a la dehesa como una explotación agropecuaria latifundista, con todas sus consecuencias peyorativas, a hacer la apología de sus virtudes. En esta reconciliación social, con olvido de antiguos pecados, pesa mucho el equilibrio obtenido entre explotación y conservación del ambiente. Sin caer en la tentación de olvidar el pasado, porque la memoria preserva de nuevas injusticias, aquí se intentará poner de manifiesto los aspectos más importantes de la ecología de los sistemas de dehesa en sus múltiples facetas. Al fin y al cabo se trata de un legado cultural y, si es posible proporcionar una visión aséptica, que evite profundizar en las heridas sobre el modo en que dicho legado ha llegado hasta nuestros días, nos creemos en la obligación de incentarlo, aunque esto no sea sino concemplar el panorama general bajo el prisma deformador de los aspectos estrictamente científicos.